Richard Ordoñez Uribe |
Revista SOMOS CR
Hace siete años, Lussania
Víquez Alfaro, presentadora de radio y televisión, recibió una noticia que
cambió su vida marcando un antes y un después. El cáncer de mama que se le
diagnosticó en etapa uno fue el inicio de una serie de tratamientos pero
también de enseñanzas de vida que Lussania hoy valora porque convirtió un
padecimiento en una misión.
En la siguiente entrevista,
Víquez nos cuenta cómo vivió el proceso y comparte un testimonio de vida que
será de utilidad tanto para las personas que están enfrentando al cáncer en
este momento como para sus familiares y amigos.
Me doy cuenta porque en un
autoexamen me siento una pelotita muy pequeña que podría ser de unos 8
milímetros. Fui al médico para hacerme un ultrasonido y me dijeron que era nada,
luego noté que seguía creciendo y fui nuevamente pero el diagnóstico fue el
mismo, me dijeron que podía ser grasa y que tomara vitamina E para que se
deshiciera, pero la pelotita se hacía cada vez más grande. Mi familia y amigos
me decían que fuera nuevamente al médico pero yo no quería parecer
hipocondriaca más aun cuando ya había ido y hasta una biopsia me habían hecho.
Yo tenía 25 años, siempre había llevado un estilo de vida saludable y no tenía
antecedentes familiares. Todo tenía que estar bien.
Resulta que decidí ir nuevamente
a consulta y la doctora me refirió a un oncólogo. En ese momento, ni siquiera
sabía qué era un oncólogo. Me hicieron un examen y nunca se me va a olvidar el
diagnóstico: “Sospechoso por malignidad mas no concluyente”. Volvieron a hacer
el examen y efectivamente salió que era cáncer en primer grado. Esto sucedió en
el 2012 y yo ya tenía 26 años.
¿Cuál fue su primera reacción cuando le confirman que tiene cáncer?
No fue como mucha gente
podría pensar. No pensé que me iba a morir. En realidad quería que el proceso
fuera rápido porque yo estaba aplicando a un nuevo trabajo. Nunca lo vi como un
sinónimo de muerte, al menos en ese momento. Pero cuando me despierto de la
operación, me indican que el proceso aun no terminaba porque faltaba uno
extenso de quimioterapia y radioterapia.
Yo inicié el proceso con
mucha gente y colaborando con fundaciones. Cuando vi que algunos de mis
compañeros de lucha estaban muriendo, me puse a pensar que no era algo tan
sencillo como lo que yo pensé inicialmente, entendí que era algo muy delicado.
En el proceso fui aprendiendo sobre la enfermedad.
¿Usted cree que quizá en aquel momento fue necesario tener más
información sobre cáncer de mama?
Sí y no. Lo que sucede es
que cuando la gente tiene demasiado acceso a la información, se asusta mucho.
La gente entra a Google y la imaginación vuela. Recuerdo que el doctor me
indicó cómo se iba a llevar el proceso y me dijo claramente que no busque más
información. Lo que sucede es que cuando uno investiga se puede encontrar cosas
terribles, como que existen mil tipos de cáncer y la verdad es que no todos son
tan agresivos. Yo sabía lo que tenía que saber como el riesgo de desarrollar
metástasis y que esto podría provocar la muerte pero no me preocupé por
instruirme más de la cuenta con detalles técnicos. Yo le hice caso al doctor y
le agradezco a Dios haberlo hecho porque probablemente sí me hubiera asustado
al saber todo lo que podía pasar en el proceso. El estado de ánimo es muy
importante en este proceso.
Entrevista completa y sin edición
¿En qué etapas podría dividir este episodio de su vida?
Creo que la etapa más
crucial fue cuando yo me di cuenta que estaba muy enfocada en mí, en mi
alimentación, mi estilo de vida, mi espiritualidad, etc. Pero un día estaba
leyendo un libro que se llama “Una vida con propósito” y uno de los capítulos
me marcó. Ese capítulo decía que si Dios o la vida permite que uno atraviese
circunstancias difíciles es para utilizar ese dolor con el objetivo de impactar
positivamente en la vida de las demás personas. En ese momento hice un giro y
decidí que todo aquello que yo estaba viviendo tenía que servir para ayudar a
otras personas y fue ahí cuando comencé a compartir testimonio y asistir a
campañas. Nunca fui con peluca porque quería mostrarme tal cual estaba en ese
momento. Es más gratificante dar que recibir y al ver que mi dolor estaba
sirviendo para algo positivo, el proceso era más llevadero.
Yo me siento realmente
bendecida por haber vivido lo que viví. Esto me permitió ver cosas que mucha
gente no ve, vivir la vida de una manera
diferente, sentir las cosas de una manera más profunda. Cuando siento un rayo
de Sol digo “¡Wow!” porque con quimioterapia uno no se puede exponer a los rayos
solares. Antes del diagnóstico yo corría y tuve que dejar de hacerlo porque la
quimioterapia produce cardiopatías. Recuerdo que la primera carrera que hice
después del tratamiento me hizo llorar. Era una carrera de 8 kilómetros, la
mitad en asfalta y la otra en la playa. Cuando iba en la segunda parte yo iba
llorando mucho porque para mí, esa era mi maratón. Podía correr por mí misma y
mis piernas respondían al mandato de mi cerebro. Era muy mágico verme corriendo
por mí misma.
El tratamiento visible ante
la gente duró un año que fue la operación (cuadrantectomía), la quimioterapia
por seis meses y las 33 sesiones de radioterapia. Posterior a eso hay un
tratamiento extenso. En mi caso me aplicaron dos bloqueador hormonales por tres
y cinco años. Podemos decir que todo el proceso fue de seis años.
Cuando usted vivió momentos difíciles durante el tratamiento, ¿cómo se
levantaba?
Tuve momentos de crisis
cuando veía fotos de un año atrás en las que tenía el cabello largo o
graduándome de la universidad y físicamente linda. Luego me veía en ese momento
en el espejo sin cabello, sin uñas, sin pestañas, con sobrepeso y yo me
preguntaba ¿qué me pasó? Además, había ocasiones que además de lidiar con la enfermedad,
tenía que hacerlo también con la lástima de la gente. Es que el cáncer no solo
involucra el tratamiento, hay mucho alrededor.
Entonces, cuando yo sentía
muchas ganas de llorar, lloraba. Me encerraba en el cuarto a llorar por mucho
tiempo, hablaba con Dios y cuando terminaba salía renovaba. Podía salir con los
ojos hinchados pero con ganas de comerme al mundo otra vez. Yo siempre tuve
claro que yo no era un cáncer, sino que el cáncer una etapa de mi vida que
tengo que sobrepasar con valentía. Las condiciones nunca nos deben definir.
Uno tiene que saber con
quiénes se comparten los momentos de debilidad. En mi caso fue mi familia,
ellos estuvieron presentes en todo momento. Ellos eran mi centro y mi
tesoro.
¿Qué diferencia hay entre la Lussania del 2012 y la de hoy?
Hay muchas diferencias. Hoy
vivo la vida mucho más agradecida. Agradezco porque me puedo levantar, porque
puedo manejar, porque puedo hacer ejercicio, porque tengo un trabajo. Siento un
agradecimiento verdaderamente profundo porque sé que todo es un regalo y que
quizá mañana no esté. Sé que tengo muchos defectos pero soy consciente de
ellos, cosa que hace años no era así.
¿Usted cree que tener una buena actitud ante la vida es bueno para la
salud e incluso para evitar el cáncer?
Claro que sí. Aunque hay
doctores que no han estado de acuerdo conmigo, muchos otros sí. Yo creo que
usted y yo podemos estar expuestos a la misma cantidad de obligaciones, pero la
manera en que cada uno canaliza el estrés es muy diferente. Puede que una persona
haga todo lo que pueda durante el día y en la noche se acuesta a dormir para
continuar al día siguiente, mientras que la otra persona puede tener
afectaciones de sueño, mal humor, colitis, etc. A esta persona se le pueden
bajar las defensas y enfermarse. Si las defensas se bajan, todo el mecanismo se
altera. Por eso, todo está en la actitud.
¿Cuál sería el título de la portada de su biografía?
Creo que hay uno que es
perfecto, lo leí en algún lado por lo que no es de mi autoría. El título sería
“La batalla que no escogí”.
¿Cuál sería su mensaje y/o consejos para una persona que tiene cáncer o
para la familia y los amigos de alguien que en este momento lo padece?
En el caso de las mujeres
que tienen miedo de desarrollar cáncer de mama, les recomiendo que se hagan el
autoexamen periódicamente pero no solo eso porque lo que se detecta en el
autoexamen es “la punta del iceberg”. Mi recomendación es hacerse el autoexamen
y el ultrasonido y, si tiene más de 40 años, hágase la mamografía también. Hay
muchas cosas que son detectables cuando miden 1 centímetro, pero en cambio el
ultrasonido puede detectar un montón de cosas mucho más pequeñas. Todo a tiempo
es perfectamente manejable.
En el caso de las pacientes
que están enfrentando al cáncer, les digo que deben tener una actitud positiva.
Tengo totalmente claro que todos los casos de cáncer son completamente
diferentes, pero también sé que está en nosotros echarnos a morir o tomar al
toro por los cuernos y disfrutar de todas las bendiciones que Dios nos ha dado.
No tengamos barreras para amar.
A quienes conocen a alguien
que está pasando por un cáncer en este momento, no se alejen. Este es el
problema más grande. Como algunos no saben cómo actuar o qué decir, se apartan
porque es lo más fácil. Si la persona es cercana, un buen amigo por ejemplo,
hay que estar para esa persona, visitarle, ver una película, tomar un café,
darle un abrazo. Un mensaje de texto no es suficiente.
Yo perdí a mi mejor amiga hace
exactamente un año. Ella tenía un cáncer primario de mama, duró limpia 10 años
pero le regresó y le hizo metástasis en todo su cuerpo. Yo procuré estar ahí
para ella todo el tiempo que pude. Yo no podía salvarla pero le pude dar todo
mi amor.
¿Cáncer es sinónimo de muerte?
No, definitivamente no. Todo
es cuestión de actitud porque a veces nos morimos emocionalmente cuando no
tenemos una buena actitud.
Quiero decirle a la gente
que todo es temporal. Las situaciones que estamos viviendo no nos definen, por
lo tanto no somos un cáncer, un duelo o una pérdida. Somos el nombre que
tenemos. Todo tiene un propósito perfecto, solo tenemos que relajarnos y hacer
oro del barro que tenemos en ese momento. Todo es cuestión de actitud.
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