Mucha confusión se genera
cuando en el mes de marzo, concretamente el 8 del mismo mes, en el marco del
Día Internacional de la Mujer, se toma esta fecha como una celebración o
festividad similar al Día de la Madre. El trasfondo de esta fecha es más bien
una llamada de atención directa y severa a la sociedad en general.
Por un lado, se ha entendido
y legitimado que el hombre es el de vida pública, digno de reconocimientos
personales, profesionales y laborales. El hombre es el que debe figurar como
propietario de casas y negocios. Es el que tiene preponderancia en el hogar, en
la vida social, política y es principal eje de la economía. A la mujer, por su
parte, se le ha relegado a las labores domésticas, el cuido de los hijos, de
los adultos mayores y la asistencia al marido.
Más lamentable aun es que ha
habido incontables casos de mujeres agredidas por sus parejas, e incluso
asesinadas. ¿En qué momento se volvió esto tan normal? En otros ámbitos, la
sociedad crea protocolos para atender epidemias e infecciones pero no le pone
la misma y urgente atención a una patología sicológica tan arraigada como los
crímenes de género que contabilizan muchas más muertes que las mismas epidemias
que hoy cobran miles de vidas.
El Día Internacional de la
Mujer, por su origen histórico, clama por hacer conciencia a nivel global sobre
algo tan lógico pero al mismo tiempo ilógicamente discutido como la igualdad y
equidad entre ambos géneros, y para que no existan distancias profesionales,
salariales o sociales entre ambas poblaciones. Del mismo modo, las luchas que
en la actualidad se han desarrollado buscan también que se generen nuevas y
necesarias masculinidades que responden a la evidente realidad de que todo ser
humano, sin distinción, necesita espacios para desarrollarse, sin ningún tipo
de distinción.
¿Hay diferencias entre
hombres y mujeres? Por supuesto, especialmente a nivel biológico. Pero ambos
sienten, tienen sueños de superación, tienen capacidades para liderar y
gerenciar proyectos laborales y de vida, triunfan en diferentes ámbitos y sus
acciones responden al deseo más grande que la humanidad puede albergar: vivir, ser
felices y plenos. Entonces, ¿qué estamos haciendo cada uno y cada una en
nuestro propio escenario para que esto deje de ser un ideal y se convierta en
una realidad?
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