Por: Karol Zúñiga Chinchilla
Desde muy joven soñé con ser mamá, recuerdo que desde pequeña decía que quería tener una hija y que se iba llamar Valeria.
Con el paso del tiempo me casé y ese sentimiento de ser mamá fue más fuerte. Sin embargo no todo fue como lo había planeado en mi mente, ya que tenía múltiples problemas de salud para quedar embarazada.
Karol con Jimena (de orejitas rosadas) y Valeria
Recuerdo que en muchos momentos lloré pensando sí ese día algún día llegaría o no, soñaba con poder tener a mi bebé en brazos. Cuando decidimos intentar quedar embarazados y lo logramos, fue mágico. Fue una gran sorpresa saber que iba a ser mamá sin tratamientos y sin exámenes, contrario a lo que me habían indicado varios médicos.
Ante los problemas que presentaba, fue un embarazo de alto riesgo en el cual el miedo estaba presente en mi corazón, pero la convicción de que Dios es más grande que cualquier circunstancia hacía que creciera más mi fé.
Mi sueño no solo se cumplió al quedar embarazada, también se cumplió al saber que iba a ser una niña, que por supuesto llamamos Valeria. Esperamos un lapso de 5 años para intentar embarazarnos nuevamente, porque estábamos claros que sí se volvía a presentar un embarazo de alto riesgo, queríamos que Vale fuera más independiente.
Al intentar el segundo embarazo, en dos meses nos llega la sorpresa de que íbamos a ser nuevamente papás. Esta segunda vez las cosas fueron sumamente difíciles ya que los síntomas y riesgos de aborto eran muy frecuentes. Incluso pasamos por una situación inmensamente dura en la que pensé que mí bebé ya no estaba, puedo asegurar que ese día conocí lo que es realmente el miedo, el temor más grande que es perder un hijo. Ir en esa ambulancia y la espera de saber si aún estaba mi bebé en mi vientre, fue realmente desesperante.
Al llegar al Hospital, realizaron el ultrasonido y pude ver a mí bebé tocando su carita. En ese instante, en mi corazón solamente podría existir agradecimiento a Dios porque pronto iba a conocer a Jimena.
Pesé por tantas situaciones durante el embarazo y el parto que puedo asegurar que el hecho de ser madre, en mi criterio personal, es el regalo más hermoso que puede haber, es ese motor que me impulsa a ser mejor, es un deseo por verlas sonreír siempre y una bendición al escucharlas decirme "Mamá".
Vale es una colochita hermosa, inteligente, creativa, extrovertida y me llena el corazón de orgullo. Jime es una princesa, tiene una chispa y una personalidad únicas, es súper cariñosa y siempre se preocupa por el bienestar de los demás.
La vida está plagada de retos y situaciones difíciles, pero a pesar todas estas situaciones, con la fé puesta en lo que creemos podemos salir adelante. Como mamás no siempre vamos a vivir en un cuento de hadas, en el que todo es maravilloso, van a haber días difíciles, días que nos frustramos y días en que queremos un momento para nosotras a solas. Y esto no está mal, antes de ser mamás somos mujeres, con necesidad de establecer un tiempo para enfocarnos en nosotras mismas.
Además de ser mamá, esposa y profesional, también saco tiempo para mí. Trato de llevar una vida saludable, cuido mi interior creyendo fielmente en las promesas y el amor que Dios tiene para mí. Cuido mi cuerpo y me preocupo por mi bienestar porque me quiero sentir bien conmigo misma y estar siempre bien para ellas.
En conclusión, la bendición de ser madre para las mujeres que tenemos ese deseo, es lo más maravilloso. Nos llena ver las caritas de nuestros bebés, verlos crecer y desear que toda su vida esté rodeada de ese amor y bendiciones. Pero no nos olvidemos de nosotras, recordemos que para que nuestros hijos estén bien, nosotras tenemos que estar bien, primero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario