-Editorial-
Al
día de hoy, Costa Rica se encuentra en la segunda ola pandémica ocasionada por
el COVID-19. La primera se desarrolló con relativo control, lo que sirvió de
entrenamiento a los cuerpos de salud para prepararse ante escenarios más
demandantes. Dicho escenario ya llegó y nos encontramos con instituciones
robustas y bien preparadas como el Ministerio de Salud y la Caja Costarricense
de Seguro Social, quienes están trabajando 24/7 sacrificando descanso y tiempo
en familia para atender esta emergencia que no tiene precedentes a nivel
mundial. A estos funcionarios, nuestro agradecimiento más sincero.
Lamentablemente,
y como estas mismas instituciones lo han repetido en varias oportunidades, no
existe ningún sistema de salud en el mundo que pueda soportar y atender un
contagio generalizado en un solo momento, por lo que el mayor temor está en que
se repita la dramática y terrorífica experiencia de países como Italia, España,
Estados Unidos, Ecuador, China, entre muchos otros. Como recordaremos, sus
sistemas de salud colapsaron y los fallecidos se acumulaban en los cementerios
y en algunos casos en las calles.
Pero
la solución o la oportunidad de contener el crecimiento exponencial de los
contagios está en manos de todos nosotros. Ante la ausencia de un tratamiento
confirmado o una vacuna, la única opción para brindar una solución es acatar
las normas de distanciamiento físico, el lavado correcto de manos y el uso
correcto y complementario de las mascarillas o caretas.
¿Se
puede evitar el contagio general? Los expertos han indicado que no. Sin
tratamiento ni vacuna, es difícil hablar de un freno en los contagios. Lo que
ellos están tratando de evitar es que todas las personas se contagien al mismo
tiempo saturando los sistemas de salud. Los contagios van a continuar pero hay
que tratar de que éstos se den de manera paulatina y lenta; al tiempo que se
reactiva la economía con mucha disciplina sanitaria. Sin embargo, si unos pocos
deciden no acatar estas normas –por rebeldía, negligencia o ignorancia-, y
tomando en cuenta la capacidad de contagio de este virus, los esfuerzos de la
mayoría se pueden ver empañados.
Es
nuestra responsabilidad, la de cada uno de nosotros, proteger y protegernos
pero además, instar a las demás personas a hacer lo mismo. Debemos educar con
el ejemplo y al mismo tiempo con asertividad. No es una solución costosa o
difícil, solo requiere de disciplina, voluntad, empatía y compromiso con las
poblaciones de mayor vulnerabilidad. Es decir, con nuestros padres, abuelos y
seres queridos con factores de riesgo.
Pasaremos
a la historia como la generación que enfrentó la pandemia más demoledora de los
últimos 100 años. Que ese legado sea positivo, que sirva de ejemplo y
motivación, que sea un factor que ayude a recobrar la confianza y la esperanza en
la humanidad, que le dé un mayor significado a la resiliencia y a la
misericordia. Que nos haga más humanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario