martes, 7 de enero de 2020

Prevención y preparación comunal: pilares de la gestión de riesgo

Richard Ordoñez | Revista SOMOS CR

La Comisión Nacional de Prevención de Riesgos y Atención de Emergencias (CNE) es una institución que este año conmemora medio siglo de existencia. Su labor como ente rector ha hecho posible que el país cuente con protocolos y esquemas organizativos que permiten salvar vidas ante un fenómeno natural, basándose en la prevención.

Alexander Solís Delgado, Presidente de la CNE

El trabajo que realizan en la CNE no es sencillo, ya que requiere de revisiones constantes de los marcos de acción, trabajo en equipo con varias instituciones, educación para prevenir desastres, e ingenio para atender los procesos de reconstrucción. Sobre estos temas y la importancia de la responsabilidad de las municipalidades hablamos con el Presidente de la CNE, don Alexander Solís Delgado y les compartimos la entrevista a continuación.

¿Cuál es el estado actual de la Comisión Nacional de Emergencias en el marco de los 50 años que están cumpliendo?
La CNE es una institución que en el marco de los 50 años busca renovar algunos esquemas como la promoción de un proceso de regionalización. En la actualidad, contamos con personas encargadas de distintas regiones pero muchas de ellas viven en la meseta central y viajan periódicamente a las zonas que tienen designadas, del mismo modo, estas personas están a disposición por cualquier evento que pudiera suscitarse. Funcionamos por medio de 90 comités municipales de emergencia.

Luego del cambio de visión sobre los desastres naturales a mediados de 1990, la CNE deja de ser tan atencionista y asume el papel de promotora de los procesos de gestión de riesgo en el entendido de que éstos deben ser inherente al desarrollo. Por ejemplo, si usted vive en una zona sísmica, tiene que hacerlo con normas y especificaciones que le permitan vivir seguro. A inicios de los 90s la CNE formaba paramédicos e impartía cursos de rescate, pero posteriormente se pone más atención en investigación, fortalecimiento de los gobiernos locales y trabajar sobre temas de ordenamiento territorial (prevención y mitigación). Es en ese momento que la Cruz Roja y el Cuerpo de Bomberos comienzan a prepararse según esta visión y se convierten en lo que son en la actualidad. De hecho, la creación de la línea de emergencia 911 es una iniciativa de la CNE y, un año después de su implementación, se le encarga su gestión al Instituto Costarricense de Electricidad.

Cuando se promulga la Ley 8488 en el 2006, se toman en cuenta las acciones que se venían desarrollando y se crea un concepto mucho más integral de la gestión de riesgo replanteando algunos elementos de lo que se conoce como amenazas y vulnerabilidades, e indica que el país tiene tres subsistemas (gestión de riesgos, preparativos y respuesta, y reconstrucción). En estos subsistemas se incluyen diferentes factores formativos de la sociedad y, en especial, se hace énfasis en la necesidad de modelos más participativos de los municipios. Con esta ley se indica que los alcaldes son los coordinadores de los comités de emergencias.

Para este momento se tenía una estructura nacional transformada, pero con una estructura institucional centralizada. Lo que hoy tenemos es un oficial de enlace destacado en cada región con la tarea de crear, asesorar y darle mantenimiento a los comités regionales de emergencia, además de apoyar en los comités comunales, asesorar a los alcaldes, dar seguimiento a la reconstrucción, entre otras tareas. En otras palabras, el oficial tiene que ser un gestor de todos los procesos. Pero adicionalmente, tiene que estar aproximadamente una semana en San José para que atienda la disponibilidad que se le solicita.

Nosotros necesitamos tener un gestor de este tipo en la región pero también necesitamos a los oficiales de enlace que son quienes van a apoyar el proceso de regionalización. Con la ley del 2006, se nos faculta para darle más atención al abordaje integral de la gestión de riesgo por medio de la regionalización.


¿Cómo se ha trabajado el proceso de modernización en la CNE?
En los últimos años fue necesaria una preparación para evolucionar y actualizarse en los modelos de atención. En este momento estamos abordando uno de los retos más importantes que ha sido digitalizar toda la red de radio. Este mes de diciembre estamos haciendo el cambio a los enlaces digitales porque aún estamos trabajando en analógico. La red analógica no resta capacidad de respuesta pero limita la posibilidad de un mayor desarrollo. Con una red digital se puede georeferenciar un punto de amenaza o de emergencia cuando el operador del equipo móvil utiliza el radio. Desde un radio podemos enviar informes aunque la red de internet esté caída. Aunque hoy se utilizan mucho los teléfonos inteligentes, los servicios de emergencias se manejan principalmente por la comunicación radial.

Otro reto importante es dotar al país de un centro de operaciones de emergencias. En este momento la CNE no cuenta con una instalación con todas las facilidades necesarias. Un lugar así debe tener mesas operativas de asistencia humanitaria y logística, otra de búsqueda y rescate, otra de infraestructura, otra de salud, etc. Un centro de este tipo es una instancia de coordinación institucional. Lo más parecido a lo que necesitamos sería el F5 del Benemérito Cuerpo de Bomberos de Costa Rica. El Presidente de la República nos ha encargado al INS y a la CNE para dotar al país de un centro operaciones de este tipo.

¿Cómo valora los resultados del Foro Anual de Gestión de Riesgo?
En el marco de los 50 años de la institución, y a partir de una responsabilidad que tenemos en el marco de la ley de emergencias que es desarrollar un Foro Anual de Gestión de Riesgo, cambiamos un poco el modelo para analizar tres elementos: componente técnico científico para la reducción de riesgo, el marco para la política pública, y el análisis sobre el marco jurídico actual y su aplicabilidad para los próximos 50 años. Este foro lo realizamos en agosto con la participación de más de 400 personas y dentro de las principales conclusiones fueron que, en términos de políticas públicas, tenemos avances muy grandes ya que somos el primer país que adaptó su política pública al Marco de Sendai (que incorpora desarrollo sostenible y el concepto de resiliencia). También determinamos que tenemos que fortalecer la evaluación de los indicadores para avanzar más en reporte, monitoreo y acciones.

En lo que respecta a avances técnicos-científicos, hay un repunte importante porque la nueva ley crea un financiamiento para esta labor. Así, una parte del presupuesto de la CNE va para el Observatorio Sismológico y Vulcanológico de Costa Rica (Ovsicori), a la Red Sismológica Nacional, al Laboratorio de Energía Sísmica y al Instituto Meteorológico Nacional, con el fin de fortalecer la investigación.

En este foro también se llegó a la conclusión de que uno de los puntos más débiles que tenemos es el fondo nacional de emergencias porque si bien es cierto estamos más avanzados que otros países de la región, nuestro fondo está pegado al presupuesto nacional, por lo tanto, está vinculado a la deuda. Entonces, cualquier acción que desarrollemos tiene un impacto significativo en las finanzas públicas. Tomando como referencia lo invertido en los huracanes Otto y Nate se utilizó entre 1.4% y 1.7% de producto interno bruto.

Cuando ingresé a la institución, la CNE tenía aproximadamente 348 mil millones de colones en planes de reconstrucción sin financiamiento. El Presidente gestionó y la Asamblea Legislativa aprobó para el 2019 un monto de inversión de 46 mil millones de colones para acelerar la reconstrucción, principalmente, de los efectos de los huracanes Nate y Otto. Hemos priorizado la reconstrucción de puentes, diques y estabilización de taludes.

Una opción de mejora a nivel financiero para enfrentar los casos de reconstrucción es gestionar un crédito contingente con una entidad internacional que se use únicamente para este tipo de casos. Lo que sucede es que por la situación fiscal actual del país, no somos elegibles para este tipo de crédito. Sin embargo, los organismos internacionales han indicado que hemos dado señales de mejora, lo que nos haría elegibles para este tipo de financiamiento en un futuro cercano.


 ¿Cuál es el papel de las municipalidades en este proceso de regionalización de la CNE?
Este modelo de desconcentración busca que la CNE se acerque más a las municipalidades. Hemos creado una estrategia de fortalecimiento de la gestión de riesgo a nivel municipal. Ya hemos firmado unos convenios especialmente en Guanacaste para trabajar en conjunto con el IFAM y el MIDEPLAN. Estos convenios los vamos a montar sobre un modelo japonés que se enfoca en la identificación del riesgo, identificación del riesgo residual, formulación de proyectos y un plan de sostenibilidad. Esto nos va a permitir apoyar a 10 municipalidades por año para crear un plan maestro de gestión de riesgo con el fin de que ellas mismas definan sus zonas más vulnerables, sus mayores peligros indicando cómo lo van a controlar desde el ordenamiento territorial hasta las obras de mitigación. Nosotros financiamos el plan y, por medio del MIDEPLAN y del IFAM, buscamos el financiamiento para las obras.

¿Y con las comunidades?
La CNE está apostando a la comunidad. Por este motivo es que realizamos el simulacro nacional de convocatoria global. Hay países en los que se hace un simulacro nacional pero solo participa una comunidad por cantón o algunas instituciones. En nuestro caso, convocamos a todas las poblaciones incluidas las mascotas. Esto nos ayudó a constatar que, en general, estamos muy bien organizados en los centros de trabajo, instituciones pero principalmente en las escuelas tanto públicas como privadas. Sin embargo, en los hogares no hay tanta preparación. De ahí que lanzamos la campaña “Costa Rica se prepara”.

Hemos firmado un convenio con la Cruz Roja Costarricense para aplicar la metodología Análisis de Amenazas, Vulnerabilidades y Capacidades (AVC), posteriormente se aplicarán otros módulos. Lo hemos trabajado con comunidades indígenas en Buenos Aires y también en el Caribe. Por otro lado, estamos trabajando con 25 comunidades costeras para crear mapas de amenazas por Tsunami, esto con el apoyo del Sistema Nacional de Monitoreo de Tsunamis (Sinamot) de la Universidad Nacional. Para junio del 2020 vamos a certificar a cinco comunidades como Tsunami Ready, una certificación de la Unesco que se les otorga a las comunidades que cumplen con todos los parámetros necesarios para enfrentar un fenómeno de este tipo.

Paralelamente tenemos el Proyecto Bosai, un proyecto japonés que se está aplicando en cuatro cantones del Área Metropolitana (Alajuelita, Aserrí, Escazú y Desamparados). De este proyecto, tenemos 73 líderes y liderases comunales. La comunidad es el primer respondedor ante una emergencia, no las instituciones. ¿Por qué? Porque si se cae un puente y una comunidad queda aislada sin el apoyo institucional, es la comunidad la que tiene que reaccionar mientras se levante ese acceso.

En un contexto internacional, ¿cómo evalúa la capacidad del país para enfrentar emergencias de gran magnitud?
Realmente estamos bien. Estaríamos excelente si en el simulacro nacional hubieran participado 3.5 millones de personas en lugar de 1.300.000. El factor diferenciador ha sido que desde la década de 1990 comenzamos a preparar comunidades. Por ejemplo, con el Huracán Mitch en 1998, hubo ocho víctimas cuando en el resto de Centroamérica se contabilizaron más de 11.000 y algunos países retrocedieron dos décadas en desarrollo. La gran diferencia se dio en el momento en el que teníamos más de 8.500 personas en albergues antes de que el huracán impactara. Esto no sucedió en otros países. Con el Huracán César, hubo aproximadamente 40 fallecidos pero evacuamos a más de 16.000 personas. Cuando hablamos de personas evacuadas se contabiliza solo a personas en albergues, no a quienes se van por sus propios medios a otros sectores. La educación y el acceso a la información son claves para salvar vidas.

¿Cómo es trabajar articuladamente con entes como Bomberos, Cruz Roja, Fuerza Pública, Ministerio de Salud, etc., en la atención de una emergencia?
Trabajar en esta articulación institucional en respuesta y gestión de riesgo yo lo definiría como lo mejor que le puede pasar a uno, porque es ahí cuando vemos el significado verdadero del trabajo en equipo.

En el momento de la emergencia somos un solo equipo. Es impresionante la forma en que en el país hemos logrado articular a las instituciones. Ellas responden de forma inmediata y por propia iniciativa. Quienes estamos metidos en esto disfrutamos lo que hacemos, amamos lo que hacemos y esto facilita mucho el ejercicio del liderazgo porque hay una mística de fondo. El Presidente siempre nos dice algo: “No es por las instituciones, es por las personas”. Del mismo modo, cuando asumimos nuestras responsabilidades, nos generó una instrucción basada en seis principios: trabajo en equipo, seguimiento feroz, agilidad y velocidad, trabajar a partir de lo que nos une, “sí se puede”, y trabajar por el bienestar del mayor número de personas priorizando las más vulnerables. En la década de los 90s, la CNE creó que lema que estamos tratando de reposicionar: “Enlace de esfuerzos”.

¿Cuáles son los principales proyectos de la CNE a futuro?
Los proyectos futuros más importantes para la CNE, primero que todo, es el modelo de desconcentración de la gestión de riesgo trabajando más con municipalidades y con comunidades. Esto es indispensable para la regionalización. También está el dotar al país de un centro de operaciones de emergencias, aunado a un plan de preparativos y respuesta. Por otro lado, queremos redefinir el plan de reconstrucción porque los montos pendientes de invertir son muy altos, por lo que es necesario diseñar el instrumento financiero que nos permita atender los desastres a futuro sin generar deuda pública; este es un proyecto complejo y de largo plazo porque implica invertir más en prevención y menos en reconstrucción, esto es adaptación especialmente en términos de cambio climático.

Empresas que felicitan a la CNE 
en su 50 aniversario:













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